Resulta que van tres veces que salgo con un chico bastante buena onda con muy buen gusto y excelente sentido del humor. No voy a mentir: la verdad es que se me hace muy guapo y, afortunadamente, no es el típico "carita" que tiene una ardilla muerta en el cerebro.
Tiene todos los aspectos que hacen que me fije en un hombre: sabe escuchar y tiene plática; le gusta el cine y la literatura; toma té y café (de grano, por supuesto) sin leche y sin azúcar; es trabajador y estudia mucho; es sociable, agradable y simpático; es desordenado en algunas cosas y se lleva bien con su familia.
No es el típico chico que va a buscar a la chica todo el tiempo. Sí, ya sé, sólo estamos saliendo (o, ¿apenas estamos saliendo?). Si bien no busco que un hombre esté encima de mí 24/7, hablando de mensajes y llamadas, no sé cómo pueden demostrar su interés si no es de esa manera. Quizá estoy muy acostumbrada al "sistema de relaciones" en el que las personas se mensajean constantemente, se coquetean por teléfono y se vuelven siameses con la tecnología.
Por otro lado, durante años había deseado una relación de este tipo, donde no existen relojes, sólo sentimiento, libertad, cariño, cuidado, y no sé si podría decir que existe amor porque aún me pregunto qué diablos es. Me gusta la libertad y defiendo mi independencia, por supuesto, también le doy su espacio; una amiga dice que nuestros signos coinciden en eso y creo pensar que así es.
Salir con él es una experiencia que me fascina dado que descubro cosas nuevas del entorno o de nosotros. Si no fuera por el fin de semestre, me gustaría que pasáramos más tiempo juntos; no para "ahogarnos" y volvernos "muéganos", sino para que me muestre su mundo y yo el mío, y así compartamos lo que aún nos falta por descubrir.