Al nacer, el ser humano necesita del cuidado de sus padres porque no se puede valer por sí mismo. En México, esta actividad se atribuye como una labor exclusiva de las mujeres, dado que se tiene un culto a las madres, lo cual tomó más fuerza en la década de 1920. Sin embargo, ¿hasta qué punto esto ha marcado a las familias mexicanas y, por lo tanto, a la sociedad?
Esta interrogante puede ser respondida desde muchos puntos de vista, pero este texto tendrá un enfoque cultural. Es importante remarcar que el halo que rodea la imagen que se tiene de las madres es el resultado de la manipulación del gobierno de aquella época, para dar fin a los ideales de aquellas que creían que la maternidad podía planearse con el uso de anticonceptivos.
En nuestra sociedad, las mujeres son formadas con la creencia de que para realizarse, primero se debe ser madre. Una vez cumpliendo esto, ellas dominarán por completo a los hijos y, hasta hace algunos años, todas se quedaban en casa para poder criar a los pequeños.
Lo anterior resulta ser negativo una vez que los críos se vuelven adultos, porque están acostumbrados a que su mamá les resuelva sus problemas y tome decisiones por ellos. Además, en la mayoría de los casos, el machismo que vivimos en México es propagado por las propias madres, quienes no permiten a los niños encargarse de labores domésticas y los obligan a ser los fuertes.
Por otro lado, algunas otras causas por las que se busca tener un bebé es para llenar un vacío, estabilizar una relación, tener un matrimonio, demostrar que son femeninas, entre otras. Todas éstas tienen consecuencias graves en el comportamiento de los niños, quienes crecen con traumas, lo que afecta a nuestra sociedad.
El hecho de que la imagen que se tiene de la madre en México sea de sacrificio, entrega absoluta y amor total, deja de lado que ellas también son seres humanos. Como ellas son las encargadas de la educación de su familia, no pueden cometer ni un solo error, porque fallarían en su papel. Ellas tienen que luchar día con día para tener a la familia perfecta y poder competir con otras para ser las mejores.
Finalmente, la fuerza de las progenitoras en las decisiones familiares podría utilizarse para otros fines como fomentar el estudio, la realización profesional, el civismo y el amor a la patria. Sin embargo, yo me pregunto si esto le convendría al gobierno. La respuesta, desde mi punto de vista, es negativa por lo que, la imagen de las madres seguirá siendo una maniobra política para que la sociedad siga ciertos estándares. Le pregunto: ¿está usted dispuesto a hacer un cambio?
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